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China se adelantó a EU en tierras raras, pero no es todo: también en energía nuclear

  • Foto del escritor: paulette solano
    paulette solano
  • 25 oct
  • 5 Min. de lectura
De acuerdo con un texto publicado por The Wall Street Journal, los esfuerzos de Donald Trump para revitalizar su industria nacional de tierras raras podrían resultar difíciles de sostener, pues aunque “Washington se ha comprometido a invertir miles de millones de dólares en un importante productor estadounidense y a comprar su producción, entre otras medidas”, “es probable que China haga todo lo posible para no perder su influencia en el mercado”.
De acuerdo con un texto publicado por The Wall Street Journal, los esfuerzos de Donald Trump para revitalizar su industria nacional de tierras raras podrían resultar difíciles de sostener, pues aunque “Washington se ha comprometido a invertir miles de millones de dólares en un importante productor estadounidense y a comprar su producción, entre otras medidas”, “es probable que China haga todo lo posible para no perder su influencia en el mercado”.

En estos días, Estados Unidos (EU) se está enterando de muchas cosas. Pero tarde. O quizás ya sabía y no sentía que tenía prisa. Hasta que la tuvo. Le pasó con las tierras raras, ese componente mineral que mueve el mundo y del que China controla casi el 90 por ciento del mercado. Pero también le pasó con la energía nuclear, que antes dominaba y donde los chinos, ahora, son reyes.


The Wall Street Journal contaba a principios de la semana que cuando China endureció las restricciones a las exportaciones de tierras raras este mes sorprendió a la Casa Blanca, y fue el último recordatorio del control de Beijing sobre una industria vital para la economía mundial.


“Su dominio se fue forjando a lo largo de décadas. Desde la década de 1990, China ha empleado tácticas agresivas para acumular y mantener su control sobre los minerales de tierras raras, que son esenciales para fabricar imanes necesarios para automóviles, turbinas eólicas, aviones de combate y otros productos. Pekín brindó apoyo financiero a las principales empresas del país, las animó a adquirir activos de tierras raras en el extranjero y aprobó leyes que impedían a las empresas extranjeras comprar minas de tierras raras en China. Con el tiempo, consolidó su industria nacional, pasando de cientos de empresas a unas pocas gigantes, lo que le otorgó mayor influencia sobre los precios”, detalló el diario especializado en finanzas y negocios.

Y cuando Estados Unidos intentó impulsar la reactivación de su industria nacional hace unos años, agregó, China inundó el mercado con oferta, lo que sumió a los productores occidentales en una profunda crisis.

“Al desplomarse las valoraciones de las empresas occidentales de tierras raras debido a los bajos precios provocados por el aumento vertiginoso de la producción china, éstas se vieron obligadas a frenar su expansión y, en algunos casos, a vender sus minas a compradores chinos. El enfoque metódico de Beijing para dominar la industria (hoy produce alrededor del 90 por ciento del suministro refinado mundial) refleja la capacidad de China de usar el control estatal sobre la economía para alcanzar objetivos que a menudo eluden a Estados Unidos, donde la formulación de políticas es más errática”, dijo The Wall Street Journal.

También sugirió que los nuevos esfuerzos de Donald Trump para revitalizar su industria nacional de tierras raras podrían resultar difíciles de sostener. “Washington se ha comprometido a invertir miles de millones de dólares en un importante productor estadounidense y a comprar su producción, entre otras medidas. Pero es probable que China haga todo lo posible para no perder su influencia en el mercado de tierras raras”.


“Tan sólo en 1991, Estados Unidos era el principal proveedor mundial de tierras raras, gracias a una gran mina californiana llamada Mountain Pass. Pero China también contaba con tierras raras en abundancia, y su estrategia a largo plazo se estaba volviendo más clara”, recuerda The Wall Street Journal.

Y ese mismo año, China aprobó una Ley que calificaba las tierras raras de “estratégicas” y restringía la colaboración entre empresas mineras extranjeras y empresas locales para explotar ciertos yacimientos chinos. El Gobierno incluso impidió que los extranjeros visitaran esas minas sin autorización especial. Utilizó devoluciones de impuestos a la exportación para incentivar a las empresas nacionales a aumentar la producción. Y se quedó con el 90 por ciento del mercado.


Nuclear, nuclear


Y ahora, China se está convirtiendo rápidamente en el líder mundial en energía nuclear, con casi tantos reactores en construcción como el resto del mundo en conjunto, dice The New York Times.


“Si bien su dominio en paneles solares y vehículos eléctricos es bien conocido, China también está construyendo plantas nucleares a un ritmo extraordinario. Para 2030, se prevé que la capacidad nuclear de China supere a la de Estados Unidos, el primer país en fragmentar átomos para generar electricidad. Muchos de los reactores de China derivan de diseños estadounidenses y franceses, pero China ha superado los retrasos en la construcción y los sobrecostos que han frenado los esfuerzos occidentales por expandir la energía nuclear”, narra el diario estadounidense.

Al mismo tiempo, “China está innovando, logrando avances en tecnologías nucleares de última generación que han eludido a Occidente. El país también está invirtiendo fuertemente en la fusión, una fuente potencialmente ilimitada de energía limpia si alguien logra dominarla. El objetivo final de Beijing es convertirse en un proveedor de energía nuclear para el mundo, uniéndose a las pocas naciones —entre ellas Estados Unidos, Rusia, Francia y Corea del Sur— que pueden diseñar y exportar algunas de las máquinas más sofisticadas jamás inventadas”.


Mientras Estados Unidos y China compiten por la supremacía global, agrega The New York Times, la energía se ha convertido en un campo de batalla geopolítico. “Estados Unidos, especialmente bajo la Presidencia de Trump, se ha posicionado como el principal proveedor de combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón. China, en cambio, domina la fabricación de paneles solares, turbinas eólicas y baterías, y considera que las energías renovables son el mercado multimillonario del futuro. La energía nuclear está experimentando un resurgimiento del interés mundial, especialmente a medida que aumenta la preocupación por el cambio climático. Esto se debe a que los reactores nucleares no emiten emisiones que calientan el planeta, a diferencia de las centrales de carbón y gas, y pueden producir electricidad las 24 horas del día, a diferencia de la energía eólica y solar”.


El diario sostiene que el Gobierno de Trump pretende cuadruplicar la capacidad de energía nuclear de Estados Unidos para 2050, aun ignorando el calentamiento global, “y espera desarrollar una nueva generación de tecnología de reactores para alimentar centros de datos nacionales y venderlos a países extranjeros con gran demanda de energía. Las autoridades temen que si China domina el mercado de exportación nuclear, podría expandir su influencia global, ya que la construcción de plantas nucleares en el extranjero crea relaciones profundas y duraderas entre países”.


Pero en la carrera por la energía atómica, concluye The New York Times, China cuenta con una clara ventaja: ha descubierto cómo producir reactores con relativa rapidez y a bajo costo.

“El país ahora ensambla reactores en tan sólo cinco o seis años, el doble de rápido que los países occidentales. Si bien los costos de construcción de centrales nucleares en Estados Unidos se dispararon después de la década de 1960, en China se redujeron a la mitad durante la década de 2000 y desde entonces se han estabilizado, según datos publicados recientemente en Nature”.

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